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Educación y laicismo

Artículo escrito por Jorge A. García González, vicepresidente de nuestra asociación y publicado en aragóndigital.es

El  nuevo gobierno del Partido Popular, con su ministro de Educación al frente, ha decidido suprimir la asignatura conocida como «Educación para la Ciudadanía» y sustituirla por otra que se llamará, posiblemente, «Educación Cívica y Constitucional». El actual ministro considera, al igual que otros colectivos, que dicha asignatura adoctrinaba a nuestros jóvenes basándose en una publicación de un libro de la editorial AKAL que jamás fue autorizada ni homologada por el Ministerio de Educación en la etapa del gobierno de Zapatero.

Como siempre, asistimos al insufrible juego político del «yo quito y yo pongo» en un tema tan sensible como es la formación de nuestros futuros ciudadanos, que nutrirán y enriquecerán el país y al Estado en las próximas décadas. Creemos que el uso de estos fuegos no harán más que encender las hogueras del adoctrinamiento partidario y sectario de una sociedad ya de por sí dividida.

Desde Mhuel (Movimiento hacia un Estado Laico) pensamos y creemos que se debe dar un giro radical ante tanta insensatez de la muy interesada política formativa, informativa y educativa. El pensamiento laico nos indica, claramente, que el uso de estas cuestiones por motivos partidistas y ganas de agradar a ciertas instituciones no es el camino adecuado ni correcto para instruir a nuestra juventud.

Abogamos por un proceso instructivo libre y sin dogmas, que los valores universales estén muy por encima de los adoctrinamientos confesionales, que se sepa entender y valorar lo que significa una auténtica separación de poderes, que se entienda que las creencias pertenecen al ámbito privado y que el Estado debe permanecer neutral en esta materia, que a nadie se le niegue el derecho a profesar sus creencias y que el Estado vele por la libertad religiosa y de culto dentro de la más estricta tolerancia pero sin favorecer a ninguna confesión en particular.

Defendemos que la Constitución es el elemento actual en que se enmarca nuestra convivencia y que aparte de leerla hay que observarla para que nuestros gobernantes y cargos electos la cumplan y la hagan cumplir, que los símbolos como la bandera y el himno nacional son de todos y para todos sin apropiación indebida, que los estamentos públicos tienen que estar al margen y por encima de cualquier signo confesional, que se valore y se ensalce a los cargos públicos como servidores de todos siempre que su comportamiento sea ejemplar, que la tolerancia y el respeto hacia todas la sensibilidades y opciones sea una muestra de avance de la sociedad, que las libertades en general y la de conciencia en particular sean realidades tangibles.

El laicismo tiene la cara más amable, lejos de los impenitentes y falsos detractores; cabemos creyentes y no creyentes, siempre que tengamos claro que el avance de nuestra sociedad se realizará mediante el respeto, la tolerancia, la libertad y la demarcación clara entre lo público y lo privado.

Nuestros valores no se resignan a un mandato político o a unas cuantas legislaturas de poder partidista, los valores laicos son de futuro para crear una sociedad mejor de ciudadanos respetuosos con las esencias democráticas, libres y conscientes en el pensamiento razonado y sin dogmas.