«Dios no existe, pero nos sueña. El Diablo tampoco existe, pero lo soñamos nosotros» (Gonzalo Suárez)
Algunos afirman que Europa y España tienen raíces cristianas, que su historia solo es comprensible desde la Iglesia o las iglesias cristianas. En parte, tienen razón: desde el emperador Constantino (que oficializó el cristianismo en el Imperio) y el emperador Teodosio (que lo declaró única religión del Imperio), el cristianismo ha tenido patente de corso en Europa y en España, de tal forma que ha creado desde entonces una simbiosis fuertemente arraigada entre el poder civil y el poder eclesiástico. La historia de Europa y de España es la historia del mutuo sostenimiento del poder eclesiástico (el pueblo estaba al margen) y el poder civil (reyes, nobleza y burguesía dominante, también con el pueblo al margen).
Sobre todo desde la Ilustración ha ido creciendo en el mundo un movimiento hacia el laicismo. Cada vez más se ha ido sintiendo la necesidad de la separación real de las instituciones públicas de un Estado respecto de las instituciones privadas, principalmente religiosas o eclesiásticas. Eso no quiere decir que el laicismo niegue o busque la aniquilación de las creencias religiosas.
La religión fundamenta un derecho a la libertad religiosa y a la libertad de creencias y de culto, pero tal derecho está circunscrito al ámbito de lo privado. El derecho a la libertad religiosa conlleva asimismo su posible exteriorización social, pero siempre como fenómeno social privado. El derecho a la libertad religiosa forma parte del conjunto de todos los derechos humanos declarados por la ONU, y de los derechos civiles o cívicos existentes en cada Estado. Sin embargo, ninguna religión tiene bajo ningún concepto derecho a imponer sus creencias y sus normas de conducta en una determinada sociedad o Estado.
El laicismo, a su vez, es un principio indisociable de la democracia, que incluso garantiza el respeto a todas las creencias de la ciudadanía, con tal de que no entren en contradicción con las leyes fundamentales de un país. Las creencias son derechos de carácter privado, y nunca deben convertirse en principios obligatorios colectivos de un país.
Un Estado laico es aconfesional, no tiene ninguna confesión como tal (como la partícula privativa o afijo “a” del término “aconfesional” indica, es un Estado que reconoce el derecho de todas las confesiones, pero no se adscribe como tal a ninguna de ellas). En un Estado laico todos son iguales ante la Constitución (única y suprema ley de todos los ciudadanos) y las leyes que democráticamente surgen y se instituyen en los órganos representativos de un país. Ninguna ley o norma privada, por muy importante que algunos la supongan, puede o debe aspirar a regir la vida de los ciudadanos.
Aquí tenéis unos cuantos escritos sobre laicismo, que nos parecen bastante interesantes y aprovechables.
Antología laica. 66 textos comentados para comprender el laicismo, de Henri Peña-Ruiz y César tejedor de la Iglesia. Ediciones Universidad de Salamanca, 2009, 334 páginas.
Estado no confesional. La libertad de creencias exige que el espacio institucional esté libre de simbología religiosa
Laicismo TRIBUNA: FRANCISCO BUSTELO. El País, 4/10/2007. De lectura más que recomendable
Manifiesto por la laicidad. Redes Cristianas
Laicismo a la turca. La ofensiva judicial contra el Gobierno de Erdogan aleja al país musulmán de Europa. El País, 10/06/2008
Laicismo es libertad. Autor: ANTONIO ARAMAYONA. El Periódico de Aragón 14/05/2008.
¿Para cuándo el Estado laico? Por Bonifacio de la Cuadra. El País 04/09/2007
A vueltas con los símbolos religiosos, por Julián Casanova, 19/04/2008, El País
La cruz resiste en la España laica, por Joaquina Prades. 16/04/2008, El País. Los cargos públicos pueden jurar o prometer, pero siempre ante el crucifijo – La verdadera modernización del Estado aún tiene asignaturas pendientes
Moral de laico, por Francisco Laporta. 04/04/2008, El País La complicidad de tantos prelados y fieles con el capitalismo más despiadado, las dictaduras más inmundas o los nacionalismos más excluyentes no impiden que culpen de todo a los que no creen en religión alguna.
«El laicismo no es antirreligioso», por Fernando Savater, 29/03/2008, El País
Laicismo: cinco tesis, por Fernando Savater, 03/04/2008, El País