20 de Diciembre de 2012
Seré por cuatro minutos el cronista de lo que pasa aquí y ahora.
…. horas y … minutos.
Tres mareas y la cumbre social de numerosos colectivos ciudadanos inundan la calle. Una marea verde que sale de las escuelas para defender la escuela pública; una blanca que sale de los hospitales para defender el sistema público de salud; y una naranja que sale de los barrios para defender los servicios sociales públicos. Juntos. Juntas.
¿Por qué? Porque es necesario reafirmar los términos igualdad, educación, cultura, salud, justicia, democracia, solidaridad, bienestar y pueblo. Y que no se confunda país con mercado. Esa es la disyuntiva. Queremos un país o queremos un mercado.
Si se quiere un país, se debe fundamentar su futuro en la escuela igualitaria, universal, laica y pública. En la investigación, la tecnología, el desarrollo, el saber, la memoria y el pensamiento. Un país con servicios sanitarios, sociales y educativos igualitarios y universales. No un estado con escuelas para élites dirigentes y escuelas para manufactureros a su servicio y donde se haga negocio con el dolor que es un concepto político pre democrático.Una educación aliada del humanismo y la cultura. Someter la cultura al mercado es la derrota del pensamiento. Si la cultura no importa, entonces, somos un mapa, no un país. Tienen que recordar que los libros, la música, el teatro, el cine… son arte, no ocio sometido al mercado. Y que ha de ser para todos. Se llama accesibilidad universal de la cultura. Y si la abandonamos como derecho y como obligación estamos renunciando a nuestra identidad como colectivo y nuestra esencia como humanos. Necesitamos una educación alejada de las cuentas de resultados, del negocio y de los dogmas religiosos.
A la justicia le han levantado la venda de los ojos para saber a quien se juzga y liberar a unos y condenar a otros en virtud de su filiación y su cuenta corriente. Y después de levantarle la venda le han sacado un ojo, el que mira el servicio, para que mire solo por un lado, el del cobro. Las tasas son multas preventivas. Son el sello identificativo que diferencia categorías de ciudadanos. La santificación de la desigualdad: Si tienes, pasas; si no tienes, tragas. Pero sin libertad e igualdad no hay justicia, y sin igualdad real ante la ley y las estructuras que la imparten no hay democracia.
Todos los sueños, las conquistas, los derechos, la aún lejana igualdad que íbamos construyendo para todos, ha sido volada por eliminación en un proceso histórico que podemos llamar la Revolución de los Ricos. Esta Revolución de los Ricos, en un concepto global y de modo premeditado, ha encontrado el momento, la forma y el discurso para terminar con el precario pero fundamental Estado del Bienestar y lograr el fin de la intervención estatal en su mercado que reparte pérdidas pero mantiene la exclusividad de las ganancias. Sus recortes -que llaman reformas- y sus reformas -que son recortes- han minado este estado del bienestar para que vivamos en un estado del Bienestuvo.
No quieren un país, quieren un mercado, a no ser que crean que país es un trapo coloreado y una cuenta corriente en un banco rescatado por todos y que todos protejamos sus privilegios. El concepto es simple: sociedades que rescatan personas, no personas que rescaten bancos. Eso es robar. Aunque ese concepto si se entienda bien. Lo llaman privatizar, despedir, congelar, recortar, incluso tienen la desvergüenza de llamarlo ahorrar, pero todos sabemos que estamos hablando de robar. Robar lo público para repartírselo en privado. Denostando lo público como si lo privado pudiera servirnos a todos.
Porque esas escuelas, hospitales, servicios o justicia que defendemos en una marea tricolor son nuestros. Nuestros. No estamos ocupando una calle, no nos están regalando nada. Es nuestro. Público. De la gente. Del pueblo, de todos. ¿También tenemos que explicar qué significa “de todos”? Quienes gobiernan hoy -mañana ya veremos- sólo son los encargados de su gestión. Y si confunden gestión con disolución no tienen solo un problema semántico, tienen un grave problema democrático que les incapacita para representar al pueblo. No a una mayoría silenciosa sino a una ciudadanía consciente de sus derechos.
Hoy hace 421 años que le cortaron la cabeza a Juan de Lanuza en la pza del Mercado de ZGZ, junto al actual Mercado Central. Día de las libertades de los aragoneses y las aragonesas y de cualquiera que haya decidido vivir aquí aunque no tenga papeles que le avalen. Esta es una amarga metáfora. Porque hoy decapitan al estado autonómico cuestionando las comunidades y la autonomía local, recentralizando las decisiones y obviando la voluntad de las ciudades y su ciudadanía. Porque de eso se trata entonces: de reformar España sin los españoles dentro, de redefinir Aragón sin los aragoneses dentro, de olvidarse del significado de otra palabra: ciudadanía. Ciudadanos un día, súbditos cuatro años?. Necesitan reflexionar sobre el término democracia y recordar que una mayoría parlamentaria no es el permiso para el absolutismo recortador que perpetran.
Somos marea que inunda las calles para defender lo público. Cada gota sumada a otras gotas para derramarse juntas porque no quieren pagar su deuda y su modelo que significan paro, abandono y precariedad.
No decimos nada nuevo, estamos reivindicando lo evidente. Un discurso básico porque lo básico está siendo destruido.
Ellos reman en la disolución contra viento y marea.
Los aquí presentes y las decenas de organizaciones cívicas convocantes, caminamos en la defensa de lo público con cierzo y mareas.
Y cuando la marea viene, viene. No hay quien la pare.
Las 20 h y … minutos: Fin de esta crónica de urgencia.