Mal que les pese, el debate está abierto. Tras casi 40 años de juancarlismo impuesto empiezan a oírse las voces que se oponen al advenimiento del ¨Preparado¨ Felipe. La pregunta está en la calle ¿Monarquía o República?
¨hay que tener cuidado, hay que ser prudentes, no tenemos que adentrarnos en terrenos peligrosos, el sistema ha funcionado y va a seguir haciéndolo, para qué cambiar si así estamos bien, ha sido un modelo que ha funcionado, la figura del monarca ha servido como árbitro equilibrador de la pugna política, los experimentos con gaseosa, sus servicios al país son impagables, el mejor embajador, el prestigio internacional del monarca es incuestionable, los países avanzados tienen como modelo una monarquía parlamentaria, la monarquía da estabilidad al país, bla bla bla …¨.
Seguramente acabaremos hasta el gorro de tanto escuchar alabanzas y peloteos, pocas voces críticas desde las filas de los acomodados.
Los cabecillas de los dos grandes partidos vuelven a estar de acuerdo, para ellos no es el momento adecuado para entrar en cambios profundos del sistema, porque ahora mismo existen asuntos mucho más urgentes que resolver para perder el tiempo en aventuras que solo conducen a una ceremonia de confusión y desasosiego.
Con la boca pequeña, hablan de su disposición a estudiar cambios estructurales, Constitución incluida. Algo en lo que los capitostes se pusieron de acuerdo en 24 horas para satisfacer a los buitres, resulta que entraña muchas dificultades cuando la petición es hecha por una masa importante de la ciudadanía.
La misma Constitución que esgrimen con orgullo y furor para reprender a los díscolos y descontentos, se la pasan por el arco de sus caprichos cuando no les conviene dar cuentas.
Pues bien, si hay un apartado de la Constitución que no deja lugar a dudas es aquel que dice: ¨La soberanía nacional reside en el pueblo¨
Los escándalos que rodean a la casa real, las dudas que genera su comportamiento poco edificante, sus negocios poco claros, la pertenencia a círculos de poder que están fuera del control de las autoridades democráticas (Club Bildeberg), el paraguas bajo el que se han cobijado chorizos y maleantes, han provocado que germine una corriente crítica de pensamiento hacia la modalidad de Jefatura del Estado.
Una vez se ha producido la abdicación del Campechano es el momento de dar contenido a la Ley Magna y demostrar que somos: ¿súbditos-siervos, o ciudadanos libres? ¿La Soberanía nacional reside en el pueblo, o en poderes espurios? ¿Democracia o partidocracia?
La cacareada modélica transición parió un modelo social enfermo, y el tiempo ha acabado por matarlo. La formula está agotada, la crisis económica que padecen únicamente los trabajadores, los jóvenes, los pobres, la mayoría ciudadana (que paradójicamente sostiene un sistema que cada vez les aprieta mas) ha rematado la faena para que los derechos se laminen y las castas impongan su santa voluntad.
Las explicaciones de Rajoy suenan otra vez a hueco, la vieja guardia socialista se agarra a su discurso de practicidad, dejando al margen la ideología. Son monárquicos porque es mucho mas práctico que una aventura republicana.
Es el momento de poner las cartas sobre la mesa y que se retraten. Todos. Que definan qué ofrecen con sus proclamas.
La elección es sencilla: Igualdad o vasallaje. Libertad o servilismo. Laicidad o confesionalidad. Dignidad o indecencia. Ciudadanos o vasallos. En resumen, Republica o monarquía.
Que no mareen la perdiz, que no divaguen, que no se escondan, que no nos protejan. Déjennos ser mayores de edad y con la Constitución en la mano devuelvan la voz al pueblo y pregunten.
Querido Rajoy, hoy día es más fácil llevar a cabo un referéndum que leer el Marca. Como aficionado a los deportes debes saber que si quieres alardear de ganar un partido es imprescindible jugarlo. Otra cosa es que temiendo que no te gusten los resultados nos grites ¡Quieto todo el mundo!